martes, 15 de julio de 2014

El mantra del crecimiento económico

 
Estamos atrapados en la dinámica perversa de una civilización que si no crece no funciona, y si crece destruye las bases naturales que la hacen posible. Nuestra cultura, tecnólatra y mercadólatra, olvida que somos, de raíz, dependientes de los ecosistemas e interdependientes.  

Interesa destacar que en el último medio siglo el crecimiento económico se ha convertido en la gran variable estratégica que políticos y empresarios deben maximizar. Según esa creencia a mayor crecimiento económico experimentaremos más prosperidad, igualdad, desarrollo o progreso. Así, el crecimiento económico ha dejado de ser un medio para transformarse en un fin en sí mismo. Un mantra que conviene perseguir a toda costa. Bajo esa visión, más crecimiento es igual a más felicidad.

Sin embargo, la realidad es que la veneración del crecimiento económico por parte de políticos y empresarios, en sus diferentes versiones de aumento ilimitado del PIB, de la producción o de la llegada de turistas, ha sido muy útil para ocultar la apropiación de recursos naturales y una destrucción sin igual de riquezas en nuestro territorio. Por no hablar de la expansión de desigualdades de todo tipo. Esto es lo que algunos autores denominan la mitología del crecimiento y consiste en atribuirle determinadas bondades, sobre todo en periodo electoral, al tiempo que se encubren muchos otros defectos para que pasen desapercibidos.

El poder económico y también el político están acostumbrados a realizar propuestas de modelos productivos para Canarias bajo estas premisas. Se ignora completamente el ámbito ambiental, el territorio donde incidirán esos esquemas productivos y se privilegia la presunta bondad de un incremento ilimitado de la producción. Un flagrante error de perspectiva si pensamos que el Archipiélago vive de sus enormes riquezas ambientales, base de su primera industria, el turismo. Por eso, esas ofertas no dejan de ser discursos interesados que favorecen muy poco o nada al conjunto de la sociedad pero que, a buen seguro, reporta importantes beneficios a los sectores que los sugieren. Por eso, esas propuestas a las que normalmente se les otorga mucho bombo, tienen muy poco de democráticas.

Hace unos días era Jorge Marichal, Presidente de Ashotel, quien sostenía extraer las reservas de petróleo que pudieran encontrase frente a las costas canarias para destinar sus réditos a la creación de una potente industria turística. Al mismo tiempo admitía la incapacidad del sector turístico para absorber el alto volumen de desempleo presente en Canarias. Una contradicción que revela que el Presidente de Ashotel desconoce o ignora que una industria turística construida sobre una economía extractivista (ponía como modelo a los Emiratos) no tiene futuro en un escenario de descenso continuado de las reservas de combustibles fósiles. Y en cualquier caso, sigue resultando insostenible pretender mantener un sistema económico que necesita consumir cada vez más para sobrevivir, ya sea exprimiendo las últimas reservas de combustibles fósiles o a base de sustituirlas por alguna otra fuente de energía. Sorprende que además de esto, se apele a la responsabilidad y nada menos que al bien común. Estas propuestas o son muy ingenuas o encierran intereses particulares muy grandes. Más de lo mismo.

A finales de 2013, José Carlos Francisco, actual presidente de de la CEOE de S/C de Tenerife también hacía una propuesta bajo los mismos esquemas productivistas. En su visión veía a Canarias nada menos que como el patio trasero de Europa, con una boyante industria del ocio sustentada en el juego, los casinos y los grandes espectáculos, capaz de atraer a grandes masas de turistas europeos dispuestos a consumir y gastar aún más. Su paradigma eran Macao y Las Vegas, ambos ejemplos de un modelo económico agotado con importantes consecuencias negativas para las sociedades que los soporta, corrupción, prostitución, mafias, criminalidad, etc.

Toda propuesta de futuro para Canarias que pretenda ser viable debe contemplar una visión ecológica de las Islas. Una visión que considere el impacto sobre el territorio que imprimen esos modelos productivos en términos de metabolismo. Es preciso que pensemos y visibilicemos qué flujos de energía, materiales y recursos requieren, así como qué cantidad de residuos, emisiones contaminantes y detritus traen asociados y, por tanto, son devueltos al medio natural donde el ser humano hace posible su vida.

De lo contrario estamos condenando al Archipiélago a más de lo mismo, incrementar el nivel de producción y consumo a base de esquilmar aún más los recursos naturales y energéticos. La ruptura de los equilibrios ecológicos es otra forma de empobrecimiento y desigualdad. Por eso hay que combatir esas homilías productivistas pretendidamente inocentes que nos llegan con tanto ahínco desde algunos centros de poder local. Son más de lo mismo.

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