miércoles, 16 de abril de 2014

Ocho puntos azules

 
Desde este lejano punto de vista, la Tierra puede no parecer muy interesante. Pero para nosotros es diferente. Considera de nuevo ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestra casa. Eso somos nosotros. Todas las personas que has amado, conocido, de las que alguna vez escuchaste, todos los seres humanos que han existido, han vivido en él. (…)
Nuestras posturas, nuestra imaginada importancia, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo... Todo eso es desafiado por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano en la gran y envolvente penumbra cósmica. En nuestra oscuridad —en toda esta vastedad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.
 

Una brisa suave y húmeda traslada los nimbos invisibles sobre las medianías de las Islas para chocar mansamente contra sus hitos geológicos más altos. Entonces las nubes aparecen, se acumulan y se depositan en las faldas más privilegiadas de las cumbres del norte del Archipiélago. Después de un tiempo lo que parecía ser sólido se disipa y en ese impasse han regado de humedad la campiña y han refrescado sus tierras. Muchos agradecen esa dinámica porque es fuente de vida.

Los vientos alisios que tocan Canarias se desplazan hacia el oeste soplando desde el noreste al suroeste en el hemisferio norte, al tenor que marca el movimiento de rotación del Planeta. Visto desde gran altura y con la suficiente visibilidad, el fenómeno se manifiesta mediante una tenue y fina estela de humedad que queda tras las Islas más occidentales en dirección suroeste. Con imaginación parecen en movimiento, surcando los mares azules en una cadencia común de complejo descifrado. Como si navegaran libremente llenas de vida frente a las costas del oeste africano, algunas veces sin novedad otras contra la implacable arena del desierto que parece devorarlas.

Y lo están porque el agua es vida y los alisios son una de las múltiples razones de la diferente climatología canaria, causante, a su vez, de su rica biodiversidad. Vistas desde las privilegiadas cotas captadas por el satélite MODIS de la NASA, las ínsulas quedan reducidas a ocho cromáticos puntos habitados. Ahí, en cada una de esas minúsculas rocas se encierran las sospechosas pretensiones de muchos de usar las Islas en beneficio propio. De resituar los límites de sus principales geografías para encajar las manifestaciones materiales de sus ambiciones más egoístas.

¡Y qué grandes nos parecen las enormes distancias que separan los hitos más significativos de sus cuatro parques naturales y qué imperceptibles se muestran desde semejante altitud! ¡Cuán majestuoso aparece el Padre Teide ante nuestros ojos, con sus sólidas y solemnes laderas y cómo queda reducido a un brevísimo cráter de imposible percepción!

Desde ahí arriba ¡Qué ridícula es la codicia de unos pocos que se consideran dueños y señores de estos territorios! ¡Qué injusto parece el propósito de aquéllos que a su lado quieren taladrar la corteza para buscar oro, interrumpiendo para siempre su parsimoniosa singladura! Eso somos, ocho insignificantes volcanes que no se volverán a repetir, con sus estelas de humedad más o menos intensas en mitad del Atlántico Norte. Merecemos cuidarlas mucho más y protegerlas de los indeseables que aprovechan su impunidad y su poder para hacer de ellas su patio trasero personal.

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