lunes, 4 de febrero de 2013

El bipartidismo entra en barrena


El régimen iraquí tiene armas de destrucción masiva. Pueden estar seguros todos los que nos están viendo. 


Presentaron un programa político que no respetaron ni en lo más mínimo. Proclamaron que era una ruta para el cambio y conminaron a la sociedad española a que se sumara a ese cambio. Alcanzaron un poder absoluto pero hicieron lo contrario de lo que decían. La fatal herencia dijeron. Una herencia que todavía seguían esgrimiendo como argumento más de un año después de acceder al poder. Confundieron la mayoría absoluta emanada de las urnas con la legitimidad para realizar profundas alteraciones en el modelo de sociedad vigente. Obviaron el debate político y apelaron al decreto para imponer unas reformas claramente ideológicas. Reformas asentadas en la privatización y la eliminación de todo lo público. En ese golpe de estado había beneficiarios claros. Pero ninguno formaba parte de esos casi 6 millones de desempleados que hay en la actualidad. Los agraciados han sido los mismos que han metido a la nación en el actual pozo sin fondo, esos que utilizan las puertas giratorias y el tráfico de influencias.

Intervención de Rajoy con motivo del asunto Bárcenas
Eliminaron el nombre de las cosas para sustituirlas por su lenguaje corporativo. Se inventaron conceptos que le daban la vuelta a la realidad o directamente la negaban. La utilización de muchos de esos conceptos de factura enlatada ruborizaría a cualquiera pero ellos mantenían el rostro grave y circunspecto. Torpedearon graves investigaciones que les afectaban. No dudaron en desprestigiar la Justicia cuando dictaminaba en su contra. Inventaron toda clase de conspiraciones contra ellos y peor aún, contra España. Reaccionaron como una piña, cerrando filas, como un búnker. Eso sí, no faltaron grandilocuentes pactos contra la corrupción, el desempleo o los desahucios con una oposición cómplice, timorata, desorientada y absolutamente negligente.

Nos dijeron que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades pero fueron ellos los que medraron por encima de cualquier moral. Se hincharon la boca declarando que era urgente hacer recortes para garantizar la sostenibilidad de todo. Pero ya se habían ocupado de aumentar sus emolumentos mediante procedimientos oscuros, opacos y fuera de toda ley. Dieron amparo a evasores de diferente condición, legalizaron la fortuna de defraudadores de toda calaña, utilizaron los indultos a discreción. Mientras, mantenían que el Estado no tenía dinero para nada. Pero continuaron recapitalizando los bolsillos de los que habían generado la crisis.

Y después de todo esto, después de un año en el que han exigido a la sociedad española toda clase de sacrificios, algunos posiblemente inconstitucionales, después de mentir descaradamente, cuando el grado de corrupción es tal que ya no pueden sacudirse la mierda, fueron capaces de salir al palco mediático para reclamar credibilidad sin aportar prueba alguna. ¡Qué desvergüenza! Y para más INRI, el principal representante de la oposición se contenta con solicitar la dimisión del presidente. Que deje paso a otro, dijo, sin exigir la convocatoria de elecciones anticipadas o sin activar iniciativa alguna en el Parlamento (en clara minoría). Eso sí, permitió que los periodistas le hicieran preguntas.

El bipartidismo español está en estado comatoso y terminal. La zozobra está registrada en las estimaciones de voto de las encuestas. El partido del gobierno en caída libre y el de la oposición no logra capitalizar el descontento. Tampoco los otros partidos del arco parlamentario parecen obtener grandes réditos de la presente situación. La que avanza es la abstención y el descrédito de las instituciones que sustentan la democracia. Un escenario de descontento político de la ciudadanía unido a la crisis económica, a la corrupción que parece estar generalizada y a la incapacidad para detener el creciente desempleo, son los síntomas de la fase terminal de un régimen. Y aquí se abren dos caminos; o ir a peor, con una política aún más injusta socialmente protagonizada por el partido que preside el gobierno y una sedicente oposición; o ir a mejor, asumiendo de una vez que este modelo político está agotado e iniciando un nuevo proceso constituyente comandado por la ciudadanía donde se invierta el orden de prioridades actuales, de modo que el bienestar ciudadano pase a ser el principal. Una cosa sí parece clara, sin política no saldremos de la situación en la que nos han metido y para mejorar es preciso que esa política sea ejercida por los ciudadanos.

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