lunes, 1 de octubre de 2012

¿Se creen nuestros diputados sus propias mentiras?


….nunca tantos dieron tanto dinero a tan pocos y tan ricos sin pedirles nada a cambio. (…) Se ha dicho: hay que rescatar a los bancos para salvar a la economía, pero después de transferidos decenas de miles de millones de euros al sector financiero en forma de capitalización directa, avales, compra de activos, etcétera, la economía real no funciona. Según los datos publicados, la caída del crédito en España a las familias y empresas es la mayor en los últimos 50 años, desde que existen las series históricas. 


Resulta sorprendente la presunta consternación que, a juicio de muchos medios de comunicación, han despertado entre los políticos españoles las recientes manifestaciones ciudadanas convocadas frente al Congreso de los Diputados en Madrid. Las medidas implementadas por los dos últimos gobiernos de España no solo son impopulares sino que no estaban incluidas en los programas electorales de ninguno de los partidos. Además, su adopción parece perseguir la satisfacción de las apetencias insolidarias y economicistas de las instituciones europeas y no garantizar el bienestar de los ciudadanos que las sufren. Ante la ausencia de legitimidad de esas políticas, es lógico y lícito que el ciudadano dirija su protesta contra la institución desde donde emanan dichas iniciativas. Por lo tanto, el victimismo del que hacen gala ciertos políticos suena a impostura. ¿Ignoran los diputados que sus decisiones no son legítimas o es que se creen sus propias mentiras? 

Rodea el Congreso. Manel F en El Diario.es
Sin embargo, no hay que perder de vista que quien debe estar regocijándose y riéndose a carcajadas de los últimos acontecimientos, es el sector bancario y financiero. Con gran diligencia y habilidad, el verdadero causante de la actual crisis económica ha logrado desviar el centro de atención sobre su grado de responsabilidad. Los señores diputados son responsables por su incompetencia y sobre todo por doblegarse a las anquilosadas y obsoletas estructuras de sus partidos políticos, que ya no sirven como herramientas para ejercer la democracia. Pero lo que no se dice (o se dice poco) es que estos están muy influenciados por el ámbito económico donde se ubica el poder financiero, producto de un concepto de democracia donde la política y la economía se han entrelazado peligrosamente. 

Utilizando cauces opacos para afianzar una deriva de la crisis favorable a sus intereses, el poder económico y, en concreto, el de la banca, ha manejado a su antojo el muñeco de la política, como si de un ventrílocuo se tratara. Inyecciones continuas de dinero público en bancos quebrados, creación del banco malo, desmantelamiento progresivo de las Cajas de Ahorros, rígida opacidad respecto del funcionamiento interno de las entidades financieras, altos ejecutivos de banca situados en lo más alto de la jerarquía de ministerios con alto poder decisor, obstáculos a la bajada de precios de la vivienda, impulso institucional de la propiedad frente al régimen de alquiler, permisividad absoluta en la ejecución de desahucios, transigencia ante el corte abrupto del flujo de crédito, dirigentes bancarios que no responden ante la gestión nefasta e interesada de sus propias entidades, reformas laborales que presionan a la baja los salarios y precarizan el empleo, paraísos fiscales contra los que no se lucha de forma contundente,….son ejemplos claros del poder que ejerce la banca sobre la política donde los señores diputados han tenido un protagonismo especial por acción u omisión. 

En la crítica a las instituciones democráticas que se desprende de las últimas convocatorias, queremos pensar que la ciudadanía es consciente de este poder que de forma subrepticia ejerce el sector bancario sobre la política. Cada vez es más evidente y por ello el ciudadano se moviliza. De ahí el No nos representan del 15 M, que aboga por una reformulación de la democracia hacia horizontes más participativos, que permitan neutralizar la influencia de los grandes grupos de poder económico en España. Una situación que solo puede ser reconducida desde la acción política. Porque solo un marco institucional que delimite responsabilidades y garantice un reparto equitativo de los costes y ajustes de esta crisis, resolverá la situación. Lo demás no son más que intoxicaciones que provienen de aquellos que, desprestigiando la política, les interesa mantener el actual sistema de representación democrática, vaciándolo de contenido para gloria de esos grupos de poder. Ellos saben que sin política, sin unas instituciones democráticas robustas y solventes que visibilicen las preferencias ciudadanas somos fáciles presas de sus intereses. La crisis ha resultado ser una gran estafa financiera de proporciones planetarias. Pero la evolución que está tomando la salida de la misma es otra estafa de mayores dimensiones si cabe.

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