sábado, 1 de septiembre de 2012

Fuego y políticas rurales


Este verano de sol inclemente redescubrimos El Batán. Ese peculiar enclave de casas situado en el macizo de Anaga, en Tenerife, destaca por estar encajonado entre las paredes del monumental Barranco del Río, que sinuosamente desemboca en la costa norte del macizo. El caserío consta de tres partes; El Batán de arriba, El Batán de abajo y las Casas Lereras hasta donde llega la carretera y desde donde se alcanza una perspectiva fantástica de todo el entorno, incluidas las casas de Chinamada. Un diminuto caserío, El Batán, con una economía basada en el cultivo de atractivos bancales donde se trabaja la vid, las papas y algunos árboles frutales. Sus escasos y ya viejos pobladores viven también de la ganadería. 

Consecuencias del incendio en La Gomera
Pero en el pasado este singular enclave que perteneció al mencey Beneharo destacó por el hecho de ser un importante asentamiento donde se trabajaba el lino. Como se sabe el tallo del lino sirvió para confeccionar telas, mayormente destinadas para tejidos de ropa interior y su semilla, la linaza, además de ser utilizada como ingrediente para hacer infusiones, proporcionaba tinta negra para la seda, aceite para la pintura o pasta para vidrieras. Este enclave debe su nombre al uso habitual de los batanes, unos artilugios que se empleaban para el abatanado de los lienzos. El ingenio permitía golpear los lienzos para ablandarlos. Una rueda impulsada por medio de una corriente de agua permitía accionar unos grandes martillos de madera que batían con fuerza el tejido contra unos pilones. La humedad de la zona de Anaga permitía dicha industria.

En el recorrido por uno de los magníficos senderos de El Batán nos cruzamos con un parroquiano de la zona. Un viejo caballero que protegía su cara curtida por un sol implacable con un sombrero blanco. Ayudado por un bastón aún era capaz de transitar un terreno ingrato con un desnivel importante, a pesar de la ola de calor que azotó las islas este verano y que convirtió al sol en el protagonista y causa importante de los incendios. Pero no la única.

Por aquello de saludar e intercambiar algunas palabras con la gente de la zona, algo que siempre es deseable porque enriquece, entablamos una corta pero agradable conversación bajo el frescor de un imponente drago que existe frente a la Cuerva del Lino. Además de hablar de la toponimia del lugar y de mostrarnos otros senderos a recorrer, el señor se lamentaba de que el caserío de El Batán se despoblara. Pero lo que realmente desequilibraba la calma de aquel hombre era que ya nadie cultivara, limpiara o cuidara la mayoría de terrenos de esta zona. Y he aquí un rotundo quejido que es causa fundamental de la propagación de los importantes incendios forestales producidos en La Palma, Tenerife y sobre todo en La Gomera. El abandono del cultivo de determinadas zonas rurales, su progresivo despoblamiento, la desatención de bancales dejando que crezcan todo tipo de hiervas, matorrales o pastos a su alrededor, que además no son consumidos por ningún tipo de ganadería, también olvidada, supone un caldo de cultivo enormemente inflamable ante una climatología que progresivamente, también por la acción del hombre, tiende a ser más seca.

Corteza del pino canario
La inexistencia por parte de nuestras autoridades de una verdadera política de desarrollo rural que se preocupe de la limpieza de zonas agrícolas y ganaderas, de la potenciación de la agricultura en lugares de especial sensibilidad forestal y ecológica, la recuperación de la gestión tradicional del entorno rural, de la implantación de iniciativas que en el largo plazo contribuyan a mitigar los efectos del cambio climático, la laxa prohibición de ocupar urbanísticamente determinadas zonas ecológicamente delicadas, una seria política de prevención de incendios unida a una solvente estrategia de concienciación ciudadana a favor del respeto de nuestros montes y contra el fuego, etc, está en la base de los desastres forestales recientes. Iniciativas todas ellas que no solo crearían empleo y riqueza, servirían para hacer más atractivo un paisaje que es la principal motivación turística de nuestros visitantes. Unas sinergias a las que se ha renunciado.

Cuando a la ausencia de este tipo de estrategias unimos políticas de recortes indiscriminados, la incompetencia y lentitud de la acción del gobierno regional, la ausencia de medios solventes para la extinción de incendios, el avance lento del cambio climático y la inexistencia de medidas para revertirlo, ocurren cosas como las que hemos visto este verano. En este contexto, la exigencia a nuestras autoridades de responsabilidades políticas y penales, si caben, como han exigido este sábado el colectivo ciudadano La Gomera se Mueve en San Sebastián de La Gomera, no solo está justificado, es una muestra de madurez crítica de una sociedad que ya no admite el saqueo de los recursos o del patrimonio público. Tampoco las negligencias de unos gestores acomodados en sus poltrona durantes años. Prevenir es más barato que la hercúlea labor de recuperación que espera a los parajes arrasados por el fuego.

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