miércoles, 25 de julio de 2012

Los pilares quebrados del Capitalismo; El Trabajo

  
La capacidad de presión del empresario sobre los trabajadores ante el desolador escenario del paro, los cambios legislativos en contra de los derechos laborales y la amenaza de la deslocalización en el mercado único mundial, no deja resquicios de esperanza para un horizonte más razonable. 


En La corrosión del carácter, Richard Sennett alertaba de las alteraciones en la personalidad del trabajador provocadas por la precarización de la vida laboral. Con progresiva intensidad, desde la empresa se ha exigido al trabajador un comportamiento más ágil, adaptación a los continuos cambios así como asunción de mayor grado de riesgos. Una dinámica común en las últimas tres décadas de nuevo capitalismo que ha cambiado las relaciones laborales globales, haciéndolas más frágiles y provisionales frente a la solidez y permanencia de antaño.

Un cambio que se ha producido en el ámbito personal del trabajador pero también y con mayor intensidad sobre las instituciones que protegen el trabajo. En efecto, el debilitamiento progresivo de todos los instrumentos que defienden los intereses del ámbito laboral (congelación o reducción del salario mínimo interprofesional, la legislación contra los convenios colectivos, la eliminación de las políticas activas de empleo, las políticas fiscales regresivas, subsidios por desempleo, etc.), han perseguido una estrategia clara, provocar una redistribución de la renta favorable a los intereses del capital y por tanto contra las aspiraciones de las clases trabajadoras. Una ofensiva materializada en el desmantelamiento paulatino de todas las estructuras sociales que habían sido construidas pacientemente durante los denominados 30 años gloriosos (1945 – 75), rompiendo el pacto social vigente hasta el momento entre la clase trabajadora y las élites.

Destalle de las cifras del desempleo en Canarias durante 2010. Canarias 7
Para algunos economistas críticos este paciente desmantelamiento del marco normativo y económico que protegía al Trabajo es la base de la creciente desigualdad que no cesa de crecer en el planeta. Y es esta desigualdad la que está en la base de la crisis actual. Al disminuir las rentas del trabajo en la Renta Nacional a favor del capital, la economía productiva perdió rentabilidad y atractivo para los inversores. En consecuencia la enorme concentración de rentas del capital se orientó hacia la inversión en actividades especulativas. Un escenario claramente favorecedor del endeudamiento de grandes sectores de la economía con el consiguiente impulso de la economía financiera.

Canarias no es una excepción a estas dinámicas registradas en el Capitalismo mundial. A la escasa capacidad de generación de empleo de una economía instalada en el monocultivo productivo que proporciona el turismo de masas, incapaz de absorber la segunda mayor tasa de desempleo de España, se añaden unas instituciones políticas y económicas cómplices o excesivamente pusilánimes con la ofensiva que se detecta a nivel nacional e internacional contra el trabajo. Las escasas medidas instauradas para crear empleo estable y de calidad no han dado resultados y sus efectos prácticos, más allá de grandilocuentes discursos, dejan mucho que desear. Sus promotores políticos solo han llegado a admitir su propia inoperancia para rebajar la tasa de desempleo, lo cual no deja de ser un gesto ilustrativo de la incompetencia y mediocridad política que nos rodea. Mientras, los grandes grupos económico de las islas continúan acumulando poder e influencia en detrimento de la buena marcha general de las economías isleñas, a través de la RIC o de un REF que está pidiendo a gritos una reforma verdaderamente democrática que tenga incidencia en la economía productiva del archipiélago.

Así, mientras algunas autonomías han modulado los tipos del IRPF de cara a instaurar un sistema impositivo más progresivo y con mayor capacidad recaudatoria, al menos en el umbral del IRPF que se le permite a las autonomías, en Canarias se ha renunciado a esta opción. La recuperación de impuestos como el del patrimonio, sucesiones y donaciones, ni se plantea después de haber sido suprimidos por el tándem CC-PP. Tampoco parece que el gobierno de Canarias esté decidido a luchar de forma más intensa contra el importante fraude fiscal y la economía sumergida que se detecta en el archipiélago. El resultado es un sector público con escasa capacidad de recaudación que ha tenido que recurrir a recortes contundentes en áreas específicas del ámbito social, como la ley de dependencia, la sanidad o la educación para enjugar un déficit importante. En otros aspectos la pasividad del gobierno de Canarias es sorprendente. No han iniciado trámite judicial alguno para denunciar la posible inconstitucionalidad de los recortes decretados por el gobierno del PP. Otras comunidades como País Vasco, Navarra o Andalucía sí han sondeado esta opción.

Y todo ello ocurre cuando CC tiene como socio de gobierno al PSOE, una formación presuntamente más sensible a las demandas del trabajador pero que en la práctica ha apoyado sin contemplaciones el desmontaje de las instituciones protectoras del trabajo y del Estado del Bienestar realizadas desde el gobierno central. Una muestra palpable de la rotunda futilidad que la escasa alternancia política entre los tres grandes partidos canarios presenta por estar tierras.

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