sábado, 29 de octubre de 2011

La prensa canaria ¿Información o desinformación? (y 2)


¿Al cuánto tiempo te decepcionaste tú del periodismo?, dijo Santiago (…)
A la semana de entrar a La Crónica, dijo Carlitos (…)
¿Y porqué no has dejado el periodismo? Dijo Santiago. Has podido buscar otra cosa.
Entras y no sales, son las arenas movedizas, dijo Carlitos como alejándose o durmiéndose
Te vas hundiendo, te vas hundiendo. Lo odias pero no puedes librarte. Lo odias y, de repente, estás dispuesto a cualquier cosa por conseguir una primicia. A pasarte las noches en vela, a meterte a sitios increíbles. Es un vicio, Zavalita.

Conversación en La Catedral. Mario Vargas Llosa. 1969. Págs. 287 y 288.

La prensa en particular y los medios de comunicación en general, como plataformas cuya principal misión es la de informar con veracidad e independencia sobre lo que ocurre, deben garantizar la pluralidad de opiniones respecto de los temas que preocupan a la sociedad. Por esta razón fomentar la diversidad de opiniones y un tratamiento periodístico dispar sobre los temas más controvertidos es sinónimo de independencia y profesionalidad. En último término esta forma de actuación estaría directamente emparentada con la democracia porque ante todo fomenta el debate. ¿La prensa canaria ha proporcionado un tratamiento plural e independiente a los temas más controvertidos ocurridos en los últimos años, por ejemplo sobre el puerto de Granadilla, los proyectos ferroviarios, la introducción de energías alternativas, los planes generales de ordenación y demás cuestiones que afectan a la ciudadanía en su totalidad? Es más ¿Proporciona un tratamiento objetivo sobre la actual situación económica cuando de una lectura atenta de la prensa parece deducirse que solo podemos salvar la crisis económica a base de recortes en el gasto público? (La manipulación mediática en apoyo de la sabiduría convencional. Vicenç Navarro. ATTAC. 23.10.11)

También resulta imperativo que el periodismo en general y la prensa en particular ejerza una función incisiva y de denuncia ante las tropelías que cometen, entre otros, aquellos poderes que pretenden conspirar, no cabe otra palabra, para beneficiar sus intereses particulares y perjudicar los derechos de la ciudadanía. El ejercicio de un periodismo crítico y punzante, en alusión a ese Cuarto Poder tantas veces mencionado que serviría para contrapesar al resto, es un indicador más de la calidad de la democracia que existe en un país.

La sensación que se advierte, bajo el punto de vista de este observador, seguramente no exclusiva del ámbito canario, es que cuando se acude a otros canales de información en Canarias (los hay, muchos de ellos vinculados a las redes sociales) se obtiene una visión más veraz y/o equilibrada de lo que está pasando en la realidad. Al menos se hacen eco de noticias, opiniones o sucesos alternativos que en la prensa convencional no aparecen, por espacio, por ideología o por intereses y que aportan luz a la hora de entender lo que nos ocurre.

En su último libro, La explosión del periodismo, Ignacio Ramonet nos dice que los medios de comunicación convencionales ya no satisfacen los imperativos de un periodismo de calidad. Según el periodista, el mundo de la información está inmerso en una potente crisis de identidad que probablemente termine por cambiar las bases de la información. Situando el fenómeno de internet como la bomba que ha dinamitado todos los paradigmas de la información, sumado a la crisis de ingresos publicitarios, el periodista menciona algunas causas adicionales que han originado esta encrucijada.

En primer lugar, lo que él llama la dictadura de la urgencia, esto es, los continuos y rapidísimos cambios que se suceden en el mundo y la necesidad de informar de todo ello a la mayor brevedad, obstaculiza que el periodista pueda realizar un trabajo de calidad, en el sentido de poder editar, contrastar y confirmar la noticia con total solvencia. En segundo lugar, la multiplicación de mentiras o semi verdades en algunos mass media, reflejando que los propios medios convencionales no están respetando las directrices de un periodismo de calidad. Una cuestión central porque indica que son éstos los que están erosionando su credibilidad, su valor de mayor importancia, cuando dentro de sus consejos de administración intervienen determinados grupos económicos o políticos con ciertos intereses. En tercer lugar, el desarrollo de las nuevas tecnologías, las comunidades de internautas, las redes sociales y demás innovaciones de principios de siglo han permitido la posibilidad de practicar un periodismo de calidad. Cuando ciudadanos anónimos han sido capaces de desmontar auténticas patrañas urdidas por el establishment político-económico que han sido vendidas a la opinión pública como verdades inapelables, derribado dictaduras históricas y denunciado injusticias de toda índole, es claro que no solo no nos cuentan lo que ocurre, nos cuentan lo que interesa que sepamos, ocultándonos muchísimas otras cuestiones de máxima importancia. Una demostración fehaciente de que la prensa convencional ha abandonado el sentido cívico, la crítica y el coraje que se suponen elementos imprescindibles de un periodismo de calidad.

El autor propone la creación de un Quinto Poder (El quinto poder. Ignacio Ramonet.. Le Monde Diplomatique. Octubre 2003) articulado mediante la creación de un observatorio de medios de comunicación que permita disponer finalmente de un arma cívica, pacífica, que los ciudadanos podrán utilizar con el fin de oponerse al nuevo superpoder de los grandes medios de comunicación masiva. Un observatorio dirigido a ampliar el campo democrático evitando que los grupos mediáticos lo restrinjan y reduzcan. ¿Es necesario un instrumento de esta clase en Canarias?

Ramonet denuncia que es urgente desarrollar una reflexión sobre la manera en que los ciudadanos pueden exigir a los grandes medios de comunicación mayor ética, verdad, respeto a una deontología que permita a los periodistas actuar en función de su conciencia y no en función de los intereses de los grupos, las empresas y los patrones que los emplean. La ciudadanía, en Canarias también, debe demandar un periodismo de calidad. Es una de las condiciones para disfrutar de una democracia sin concesiones.

miércoles, 26 de octubre de 2011

La prensa canaria ¿Información o desinformación? (1)


La libertad de empresa no puede, de ninguna manera, prevalecer sobre el derecho de los ciudadanos a disponer de una información rigurosa y veraz...

La explosión del periodismo. Ignacio Ramonet. 2011. Pág. 67.

El pasado 9 de octubre del presente, el Diario de Avisos destacaba en su primera página con todo lujo de detalles 10 medidas que supuestamente impulsará el Ayuntamiento de La Laguna (CC-PSOE) a través de su alcalde, Fernando Clavijo. La reseña detallaba un decálogo de medidas que el actual mandatario de la ciudad patrimonio de la humanidad pretende desarrollar durante la actual legislatura en colaboración con los socialistas (Los 10 mandamientos de Clavijo. Diario de Avisos. 09.10.11). Junto a sus mandamientos aparecía también una larga entrevista al regidor lagunero donde se hacía eco de sus preocupaciones (El 2012 será completamente terrorífico. Diario de Avisos. 09.10.12). Casualmente, se produce este reportaje cuando el anterior director de dicho diario, Juan Manuel Bethencourt, ha pasado a formar parte del gobierno de La Laguna como concejal de Urbanismo. ¿Es esto periodismo o un burdo reportaje publicitario que casi roza el panfleto político al realizar un despliegue propagandístico de proporciones mediáticas gigantescas? ¿Otras formaciones políticas, sobre todo las más modestas, gozan de un espacio similar en la prensa canaria donde explicar sus propuestas?

El periódico más vendido en Canarias, El Día, deleita a todos sus seguidores con una agresiva campaña contra el actual Presidente de Canarias desde mucho antes del pasado verano. Las diatribas se articulan a través de una serie de editoriales que casi a diario arremeten contra el máximo mandatario de esta tierra. Una buena muestra de ello son los editoriales del 07.04.11, el 07.06.11 o el del día 08.06.11. Unos editoriales inflamados e incendiarios que comenzaron a aparecer desde que el fallo en el concurso por la adjudicación de licencias de radio en el archipiélago dejara a la compañía editora de El Día sin frecuencias. Unas reflexiones que sorprenden cuando entre dicho periódico y el Gobierno de Canarias ha existido siempre una connivencia que rayaba lo obsceno. ¿Puede un rotativo realizar semejantes diatribas como represalia contra una decisión que perjudica sus intereses? Y en consecuencia ¿Es coherente que mantenga una línea editorial propicia a los intereses del partido que gobierna cuando éste ha tomado decisiones que le benefician?

La participación de Laymos, empresa perteneciente al Grupo editorial Prensa Canaria, editora de algunos diarios canarios como La Provincia en Gran Canaria y La Opinión en Tenerife, en el negocio de la introducción del gas natural en Canarias por medio de Gascan, invitan a pensar en un tratamiento periodístico cuestionable o al menos poco profesional sobre el debate de introducir el gas en las islas. (Andanadas de gas. Antonio Morales. Canarias Ahora. 08.10.08) ¿Existe conflicto de intereses cuando un grupo de comunicación participa en un negocio, por ejemplo el del gas natural, como integrante de una empresa, Gascan, encargada de implantar dicho combustible fósil en las islas? Aparentemente sí. Los intereses favorables a dicho proyecto podrían provocar un tratamiento periodístico tendencioso y conveniente hacia dichas inversiones por parte de aquellos medios de comunicación que son controlados por el grupo.

Ante estos hechos, producto de una mirada breve a algunos periódicos, cabe preguntarse si la prensa canaria informa, desinforma o es utilizada como mero instrumento de propaganda de aquellos grupos económicos o políticos que los controlan. ¿Sirve la prensa canaria para entender lo que está ocurriendo en la realidad de las islas o por el contrario contribuye a desviar la atención sobre los temas más relevantes creando una ficción mediática interesada? ¿Se investiga todo aquello que debería investigarse afecte a quien a afecte y, en consecuencia, se publica, sean cual sean las conclusiones alcanzadas? ¿Quedamos plenamente satisfechos, como ciudadanos, cuando un día cualquiera escogemos un diario cualquiera y nos sumergimos en sus páginas para informarnos de lo que está ocurriendo en la realidad de cada isla en particular y de la Autonomía en general? ¿Es posible una prensa libre e independiente, con inspiración de servicio público en un mundo como el actual, globalizado, economicista, interconectado y donde las grandes corporaciones saben de la oportunidad que supone controlar los medios de comunicación?

Imagen 1: Una portada del Diario de Avisos. En noincineraciontenerife.com
Imagen 2:  Una portada del diario El Día. 

domingo, 16 de octubre de 2011

Ciudadanos, clase política y la brecha que les separa

 
Hay una escena fundamental en Taxi Driver (Taxi Driver. Martin Scorsese. 1976), ese film imprescindible para entender el cine de los 70 y la sociedad del momento, que ilustra con gran habilidad el alejamiento de la clase política respecto de la ciudadanía y su incapacidad para resolver los problemas de la gente. En ella el senador Charles Palantine, visiblemente irritado por tener que modificar su rutina diaria, sube al taxi de Travis Bickle rodeado de sus asesores, a quienes les traslada la incomodidad y el engorro de haber abandonado el coche oficial (limusine en V.O.S). A través del espejo retrovisor del vehículo, elemento por medio del que se comunican ambos personajes durante toda la escena, en un recurso elocuente que subraya el divorcio entre ambos mundos, Travis reconoce al político y alabándole (necesita creer en algo) le indica que debería ganar las elecciones, que está haciendo muchas cosas positivas…. El senador se olvida de su incomodidad y ante el elogio de Travis capta la oportunidad de hacer campaña. No es casual que adule al taxista indicándole que ha aprendido más sobre América viajando en taxi que en coches oficiales. Una patraña cuya finalidad es ganarse la simpatía de Travis y que expresa el tipo de política que representa el senador, una política de apariencias. Es entonces cuando Palantine, en un gesto calculado inteligentemente, le pregunta qué es lo que más le molesta de su país (What is the one thing about this country that bugs you the most?). Una forma de plantear la cuestión muy hábil porque lo hace desde el conflicto y no desde el ámbito propositivo, reflejando una modalidad de política centrada en exacerbar e inflamar más que en proponer.

En un primer momento el taxista se muestra abrumado por la pregunta y responde que él no sabe de política. Sin embargo, el senador insiste, no quiere dejar de captar el pulso de la calle. Es entonces cuando el conductor, influenciado por su propia desesperanza, su vacío y la insatisfacción personal consigo mismo y con lo que ve a su alrededor, contesta al senador con una argumentada diatriba sobre la necesidad de limpiar las calles de la ciudad por donde circula habitualmente cada noche. Durante la soflama de Travis, la cámara de Scorsese enfoca un plano corto de uno de los asesores del senador que sitúa su mirada en las calles que recorren; las calles no están tan sucias, se debe preguntar con incredulidad e ingenuidad. Un ademán demostrativo de que las calles por las que transita el protagonista nunca serán las mismas por las que pasa la comitiva del senador.

Lo relevante de la escena es que la necesidad de limpieza a la que se refiere Travis va más allá de la mera cuestión higiénica. El conductor, probablemente sin quererlo, es capaz de situar su demanda en el plano político. Las calles están plagadas de colectivos excluidos sin futuro y sin alternativa posible donde campan a sus anchas sórdidos negocios y tugurios de dudosa legalidad. Ante el apresurado pero certero discurso del taxista, el senador, con una elocuente expresión de duda replica lacónico que no será fácil, que se tendrán que acometer reformas radicales. (I think I know what you mean, Travis. But It is not gonna be easy, we are gonna have to make some radicals changes)


Pese a la invocación de realizar reformas radicales (parece que la política siempre ha requerido de reformas radicales sea cual sea la época, que se lo pregunten a los países de la UE rescatados) no es accidental que el senador manifieste su incertidumbre por resolver el problema planteado por Travis. En último término, la suciedad de las calles que Travis desea eliminar y tiene que padecer todas las noches, es la misma suciedad que impregna una política, de la que el senador es un conspicuo representante. Corrupta en sus métodos, vacía de contenido, movilizada solo por la simple búsqueda de poder y llena de eslóganes grandilocuentes, somos el pueblo (We are the people) es el eslogan de su campaña, en un intento fatuo de identificar clase política y ciudadanía con el fin de alentar la participación. Una política incapaz de generar ilusión porque carece de propuestas concretas para resolver los problemas de un pueblo desesperanzado, golpeado por diversas crisis (Vietnam y crisis del petróleo en la película). Una política, en suma, oportunista y transformada en una máquina muy bien engrasada para vender humo con dinero público, convincentemente representada en la película en esa oficina electoral en la que trabajan de forma indolente otros personajes de la historia para construir una imagen pública amable y triunfadora del político.

La política convencional de hoy en día está tan separada de la ciudadanía como retrata la película. La clase política no solamente no es capaz de bajar a la calle sino que cuando lo hace, además de la patética imagen de cercanía que pretenden dar a la gente, demuestra una ineptitud flagrante para entender los problemas del ciudadano medio. Han perdido la conexión con la calle a base de crear una superestructura de privilegios (pensiones vitalicias, retiros boyantes en la esfera empresarial, fueros que les alejan de eventuales procesos judiciales….) que les proporciona gran confort, transformándolos en una casta de individuos señalados, aislados de las contradicciones de una comunidad que construyen a golpe de leyes y proyectos de dudosa legitimidad. La alternancia de siglas políticas en los puestos de mando institucional mientras las condiciones sociales de la ciudadanía se mantienen inalterables o incluso empeoran, profundizan la apariencia de que, en el fondo, los tres partidos mayoritarios (CC-PP-PSOE) se reparten el poder de forma gratuita en un cenáculo que se celebra cada cuatro años y cuyos integrantes disfrutan de un restrictivo derecho de admisión.

Los datos de abstención electoral, el voto en blanco, el nulo, demandan el imperativo de una nueva forma de hacer política donde el ciudadano vuelva al centro del discurso. No es suficiente la renuncia de ciertos políticos a los coches oficiales, más allá del gesto de austeridad que supone. Hay que volver a la calle, sí, pero además implicarse con la ciudadanía. No asombran las reacciones políticas interesadas al movimiento del 15-M que se produjeron antes de las elecciones ¿Alguna formación política se ha ocupado o preocupado de escuchar a los movilizados después de las autonómicas?. Sus gestos no han pasado de meras declaraciones para la galería. Tampoco ayudan las numerosas reuniones con los respresentantes del poder económico (cámaras de comercio, FEPECO, ASHOTEL,…) mientras se ignora irresponsablemente a un amplio sector de la Sociedad Civil que demanda ser escuchado y que ha vuelto a salir a la calle el 15-O.

Suponemos que la salida a esta situación solo podrá venir mediante la recuperación de la democracia desde el ámbito local. Será necesario potenciar la verdadera política y dejar a un lado la mayor o menor destreza para gobernar que tenga cada responsable político, basada hasta ahora en una concepción profesionalizada de la misma que ya está agotada. Es vital recuperar la credibilidad y la confianza encauzando las decisiones mediante valores éticos, sostenibles y comunitarios. Una difícil tarea en tiempos donde prima el cortoplacismo y lo económico-financiero.

Imagen 1: Uno de los carteles de la movilización mundial del 15-O. En Democracia Real Ya Valladolid.
Imagen 2: Taxi Driver.

martes, 11 de octubre de 2011

El buscavidas de Rossen; ¿Cabe una interpretación político-económica?


Sarah.- Tú sabes lo que es bueno para él.
Bert.- Ganar
Sarah.- ¿Para quién y por qué?
Bert.- ¿Qué es lo que mueve el mundo? El dinero y la gloria
Sarah.- Contesta mi primera pregunta. ¿Para quién?
Bert.- Hoy por mí, mañana para sí mismo.
Sarah.- No, contigo no hay mañana. Eres dueño de todos los mañanas porque los compras baratos hoy.
Bert.- Nadie tiene por qué vender.

The Hustler. Robert Rossen. 1961

En el mundo de la cinematografía hay pocos personajes que encarnan fielmente el capitalismo más agresivo y falto de moral como el personaje de Bert Gordon, interpretado por un George C. Scott magistral en El buscavidas (The Hustler. Robert Rossen. 1961) ese enorme film en blanco y negro por ambientación y estética, por temática, por interpretación. Falto de ética, hiper ambicioso, egoísta y cínico, con una escala de valores donde ganar ocupa la cúspide, sin importarle lo más mínimo los cadáveres que pueda dejar en su trayectoria hacia el triunfo, es una personaje que sabe moverse allí donde fluye el dinero. También hacer que los beneficios terminen de su lado, sobre todo si puede influir en los resultados.

Características que definen a un tipo que es la arquetípica encarnación de un capitalismo especulativo que busca generar dinero por el dinero y desde el dinero. Una dinámica de moda en estos tiempos de austeridad interesada mientras el sector financiero continúa haciendo su agosto. En una conversación memorable del film, Bert espera a Eddie Felson, representado por un magnífico Paul Newman, en una de las mesas del bar donde han estado jugando al poker. La espera de Bert es consciente, a visto jugar al billar a Eddie contra Fats Minnesota en Ames y ve en él una oportunidad de ganar dinero y no quiere perderla. Nuestro personaje, tiene que convencer previamente a Eddie de que para ganar no solo es suficiente con tener talento; cualquiera puede tener talento, yo tengo talento (everybody have got talent, I´ve got talent…), le espeta a Eddie desde el rincón del salón como si de un psicólogo se tratara. Lo difícil pero indispensable es conseguir desligarse de cualquier atadura moral y/o ética que pueda suponer un obstáculo para la victoria.

En el mundo del comisionista, lo que en última instancia es Bert, este requisito se denomina eufemísticamente, tener carácter (to have some character). Un requisito que no es baladí. Bert rige su existencia por sus posesiones materiales, seguramente obtenidas por hábiles apuestas donde ha sabido dejar a un lado cualquier conflicto moral o ético que haya podido afectarle en favor de la obtención de capital. En un momento de esta escena alardea ante Eddie de sus posesiones, la otra noche gané tanto como para pagar dos de esos... le comenta a Eddie a modo de garantía y aval de su buen hacer como buscador de rentas. También lo es su apariencia. La seguridad en sí mismo, su altanería, son marcas inequívocas de la casa. Reforzadas por sus impolutos trajes, siempre milimétricamente ajustados, le proporcionan un crédito solvente y son la mejor tarjeta de presentación de su capacidad para generar beneficios. No sorprende que el personaje beba leche cuando está trabajando. El alcohol te da una excusa para perder… le dice a Eddie en una nueva muestra de psicología paternalista. En último término, cuando se trata de especular, hay que estar perfectamente centrado y lúcido para tomar las decisiones más adecuadas y precisas. Lo que está en juego es la posibilidad de continuar acumulando capital.

Bert es un personaje moderno, encajaría en cualquiera de las agencias de calificación de riesgos de hoy en día. También como ejecutivo de esa gran banca recaptalizada reiteradamente con dinero público. Lugares donde prima la sabiduría y el conocimiento, desde luego, pero también la capacidad y/o habilidad que cada uno dispone para aparentar que sabe de lo que habla independientemente de que tenga o no idea. Hoy en día, en el mundo de la alta empresa hay que ser y parecer. Ya no basta únicamente con ser, hay que saber aparentar los procedimientos, las actitudes, frecuentar los lugares comunes de aquéllos que forman parte de esa casta de altos ejecutivos. Es vital tener las mismas opiniones de esos que te rodean porque así se puede ganar influencia. Y la influencia es poder. Desde luego Bert es un individuo solvente en su trabajo, lo parece y además es un tipo con influencia.

Bert sabe perfectamente que el dinero no conoce de sentimentalismos y para multiplicar la fortuna se requiere exiliar el más mínimo conato de sensiblería. Por eso es un personaje solitario, su círculo de influencia son peones al servicio de su propia estrategia de obtención de beneficios. En otra escena de la película Eddie le dice a Bert; Conoces a todo el mundo, ¿Verdad?. A todos los que pueden hacerme daño o ayudarme. Vale la pena. (You know everybody, don´t you?. Everybody who can hurt me or help me. It pays). Rodeado de matones y guardaespaldas que le protegen de la ira de sus víctimas y de la envidia de sus competidores, también de individuos que le alertan de las oportunidades de negocio, su entorno es una metáfora en celuloide pero adecuada de la gran trinidad del capitalismo mundial, el FMI, el BM y las agencias de calificación. Qué son, de lo contrario, las agencias de calificación sino meros instrumentos de evaluación de negocios mediante una valoración de los riesgos que apuntala los beneficios de los de siempre. Qué son sino elementos de presión de las finanzas internacionales, utilizadas hábilmente contra los países soberanos que osan regular su funcionamiento o se desvían del camino trazado por los fanáticos del dolor, en la acertada expresión de Paul Krugman. Y qué son el FMI y el BM sino las grandes palancas internacionales de expansión de la ideología capitalista a golpe de austeros planes de ajustes.

La falta de ética, la inmoralidad, la ausencia de consideración hacia todo aquello que no sea la acumulación de capital o hacia lo que no tenga un valor económico, son valores que están en la base de la ideología capitalista. Por eso el principal antagonista de Bert en The Hustler es el personaje femenino. La debilidad física de Sarah es sustituida por la contundencia de sus discursos, sus valores profundos, su pureza y sus sentimientos nobles hacia Eddie. No extraña que Bert choque con ella, es su antítesis y contra quien dirigirá su ofensiva más directa. En definitiva es quien puede hacer que su gran oportunidad de negocio naufrague porque Sarah supone un anclaje sentimental, un obstáculo para tener carácter, un muro que obstaculiza la acumulación de beneficios.

El magnífico desenlace del film deja un sabor agridulce y cabe una interpretación política-económica pesimista, no exenta de riesgo. Al sistema, corrupto por naturaleza porque la riqueza de unos se construye a costa del sufrimiento de los demás, no solo no es posible cambiarlo, quien ose modificarlo se verá abocado al ostracismo si carece de la influencia necesaria para tocar los resortes adecuados en los cenáculos del poder. Una metáfora de estos tiempos que nos ha tocado vivir donde el poder financiero, introducido hasta la mismísima cocina política, es capaz de influenciar y reorientar las políticas en su propio beneficio una vez más.

Eddie, el que osó poner en tela de juicio el poder omnímodo de Fats y por tanto la capacidad de acumular riqueza de Bert, metafóricamente el poder establecido, es el ganador moral. El dramático y último reto es planteado por un Eddie que ya no es el mismo que en el anterior encuentro. La desgraciada experiencia con Bert y el desenlace nefasto de Sarah han cargado a Eddie de infinitas razones para volver a retar al mejor jugador de billar y a su comisionista. Está cargado de carácter en la expresión eufemística de Bert por cuanto que ha perdido toda vinculación sentimental, incluso sus inseguridades y su patológica tendencia a la autocompasión. En esas circunstancias, Bert se sabe perdedor. Su cara al ver aparecer a Eddie en Ames, es de una expresividad absoluta.

Sin embargo, Eddie es el perdedor real y por tanto el gran perdedor del film. La prohibición de Bert, no volver a jugar en ningún billar de altos vuelos implica despojar a Eddie de lo que mueve su vida, quitarle lo que más ama y lo que da sentido a su existencia. Una argucia que garantiza a Bert seguir acumulando capital a través de la eliminación del único rival competitivo de su pupilo en el circuito. Eddie queda confinado al ostracismo. Una muestra inequívoca de que siempre gana quien maneja los resortes del poder.


Imagen 1: Eddie Felson y Bert Gordon. Los protagonistas
Imagen 2: Eddie y Bert en otro momento del film