sábado, 14 de agosto de 2010

Serie Verde; El fuego


“Trasponía el sol las chatas montañas, blancas y negras colinas de Saimor, Cerro de los Palomos y Santa Catalina, volcán. Por la llanura de jables y caliches corrían las sombras de los montes como tres dedos negros. Atrás, lejos aún, venía la sombra grande, la sombra de Timanfaya, que ya no es ni sombra de cordillera. Por allí está la Montaña del Fuego, que es el corazón y permanece caliente como si la isla recién acabase de morir”

Mararía. Capítulo XV. Rafael Arozarena. 1973.

Entre las islas de Fuerteventura y Lanzarote, las más antiguas del archipiélago (entre 20 y 25 millones de años) hay un trozo de tierra que ha emergido levemente a la superficie para convertirse en uno de los vestigios más jóvenes (apenas tiene unos 8.000 años) de una zona que mantuvo una vibrante actividad volcánica. Es la Isla de Lobos, un pequeño islote de 4,5 Km2 y apenas 127 metros de altura que demuestra que bajo las aguas de Lanzarote y Fuerteventura existe un mismo zócalo submarino que da soporte a ambas. Fue en una época pretérita, con el nivel de los océanos más bajo que el actual, cuando las dos islas formaban, de hecho, una sola a la que los paleontólogos denominan Mahán.

La península de Jandía fue de los primeros edificios volcánicos en emerger. Antes ya habían asomado de las profundidades marinas dos estructuras volcánicas que coinciden con lo que hoy es el norte y el centro (Betancuria) de Fuerteventura, en un tiempo que escapa a toda escala de medición de la vida humana. La actividad eruptiva en lo que hoy es la península de Jandía generó uno de los edificios volcánicos más altos de la zona, que algunos sitúan en los 3.000m de altitud. La estructura colapsó posteriormente provocando un gran deslizamiento hacia Barlovento, dando origen a un arco geológico de considerable amplitud. La acción erosiva del viento y el agua ha sido la responsable de limar los ángulos más expuestos que sobrevivieron al colapso, hasta reducir su altitud a los escasos 807 m. del llamado Pico de la Zarza, único enclave que es capaz de rozar, apenas, los vientos alisios que vuelan por la zona.

En el origen de la revolución volcánica iniciada frente a las costas de África hace más de 20 millones de años, también está el macizo de los Ajaches, al sur de Lanzarote, que es prácticamente coetáneo a las primeras columnas de humo majoreras que a fuerza de vomitar lava consiguieron vencer la acción apaciguadora del Atlántico. Particularmente representativa de la actividad volcánica es Lanzarote. Isla que con sus formaciones petrificadas conforman un paisaje abrasado y carbonizado reiteradamente por las diferentes coladas de lavas que regaron su territorio. Purificación a través del fuego que ha dado como resultado una escultura natural gigante y frágil cuyas últimas manifestaciones eruptivas se sitúan en 1824 (Volcanes de Tao, Nuevo del Fuego y Tinguatón) o anteriormente, el gran Timanfaya (1730-36), conformando un paisaje que demuestra que las cenizas también con capaces de albergar belleza y hasta distintos tipos de vida.

En su capacidad de extender los límites de las islas, el magma no ha dado tregua en un territorio cuya última erupción hay que situarla en 1971, la del volcán Teneguía en La Palma. En muchas de estas recientes erupciones, el magma ha logrado salir a la superficie nuevamente. Colándose por la orografía ya creada, se ha derramado siguiendo la gravedad y ha terminado en contacto directo con el mar. Estos procesos han culminado con la formación de las denominadas “islas bajas”. Plataformas de lava, planas, que han expandido las dimensiones de las islas al pie de los escarpados acantilados creados por la superposición de estratos a lo largo de la historia reciente. Obviamente se ha instalado la vida humana y natural en estas plataformas por sus apropiadas condiciones climáticas y agrícolas. Es el caso de la isla baja de Daute o Teno en Tenerife, Puntallana en La Palma o Tamaduste en El Hierro.

La altitud alcanzada por algunas islas como en Tenerife ha provocado que la fuerza de impulso del magma desde las entrañas más profundas del planeta no sea suficiente para aflorar por las bocas de salida habituales. Este proceso ha creado la explosión del magma a través de los laterales del volcán creando una orografía punteada de cráteres. Pero la virulencia eruptiva se manifiesta también en las islas más jóvenes como en El Hierro. Auténtica llama flotante en el Atlántico, El Hierro contiene la mayor densidad de volcanes en su territorio de Canarias, unos 500 descubiertos completamente y otros 300 sepultados por la propia actividad volcánica adyacente.

Es el fuego, la llama capaz de incendiar nuevamente el subsuelo y ascender hasta la superficie, para reconfigurar y extender la piel exterior del territorio, en un proceso casi imperceptible a escala humana pero de gran variabilidad en la escala geológica del planeta.

Respetando las peculiaridades de la cultura, el imaginario y las condiciones definitorias de cada isla, si vamos al origen, despojándonos de prejuicios absurdos y de creaciones políticas retrógradas e inútiles como el pleito insular, encontramos que la procedencia de todas las islas es común. La verdadera génesis de todo a modo de metáfora geológica y natural hay que buscarla en las corrientes de magma que circulan por las entrañas, en el fuego.

Foto 1: La tarta. Tenerife. Ejemplo de apilamiento de sucesivas lavas con materiales diferentes. En http://www.gevic.net/
Foto 2: Teoría de los bloques emergentes. Una de las teorías más aceptadas sobre el nacimiento de las islas. En http://www.gevic.net/
Foto 3: La dorsal de Bilma-Abeque desde Pico Viejo. Tenerife. La zona más activa de Tenerife y con una alineación de volcanes recientes

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